En vísperas del COP 21, que se celebrará en París entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre, el Overseas Development Institute (ODI) y el Oil Change International (OCI) han publicado el informe Empty promises: G20 subsidies to oil, gas and coal production donde se estudian las subvenciones que se otorgan los combustibles fósiles en los países del G-20.
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No se podrá alcanzar el objetivo acordado de mantener el incremento de la temperatura por debajo de los 2ºC si se continúa con el actual nivel de dependencia de los combustibles fósiles para satisfacer las necesidades energéticas.
Durante la última década, las reservas mundiales probadas de petróleo, gas y carbón han aumentado debido a los esfuerzos de exploración realizados por las compañías internacionales y las empresas de propiedad estatal. Los subsidios han jugado un rol clave en el desarrollo de estos proyectos de prospección, contribuyendo a su viabilidad económica y provocando un elevado nivel de inversiones vinculadas a los combustibles fósiles.
El riesgo del uso de estos subsidios es que, una vez realizada la inversión en infraestructuras vinculadas a los combustibles fósiles, resulta muy costoso su sustitución por otras adaptadas a las fuentes renovables, dificultando la transición hacia una economía baja en carbono (carbon lock-in).
Al mismo tiempo, las emisiones históricas de gases de efecto invernadero reducen progresivamente el presupuesto de carbono (la cantidad de CO2 que puede emitirse sin poner en riesgo la consecución del objetivo de limitar en 2° C el calentamiento global). Como resultado, cada vez es mayor el porcentaje de las reservas probadas de combustibles fósiles que no debería utilizarse si se quisiera cumplir con el objetivo climático. De acuerdo al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en 2014, al menos tres cuartas partes de las reservas probadas de petróleo, gas y carbón son “incombustibles”, es decir, no deberían quemarse; ya que de lo contrario no se alcanzarán los objetivos climáticos, pudiendo acarrear consecuencias catastróficas.
Figura 1. Contenido de carbono en el total de reservas probadas de combustibles fósiles, GtCO2 (fuente: “Empty promises: G20 subsidies to oil, gas and coal production.” Overseas Development Institute y el Oil Change International)
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Los compromisos que adquirió el G-20 no se han visto reflejado en las acciones que se han tomado en este ámbito en los últimos años, ya que a pesar de comprometerse en 2009 a eliminar los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles, han destinado 452 mil millones de dólares de media anual a la producción de combustibles fósiles en 2013 y 2014.
Se han producido muy pocos avances en la reforma y la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, a pesar del compromiso adquirido por los países del G-20 en 2009 para suprimir las subvenciones ineficientes. De hecho, estos países subsidiaron con 452 mil millones de dólares anuales en 2013 y 2014 la producción de combustibles fósiles.
Los subsidios a los combustibles fósiles puede desglosarse en tres tipos según su fuente: i) los subsidios nacionales entregados a través de gasto directo y exención tributaria, que alcanzaron los 78 mil millones de dólares, ii) las inversiones de las empresas que son en su mayoría de propiedad estatal, que supusieron 286 mil millones de dólares y iii) la financiación pública de los bancos e instituciones financieras que son en su mayoría de propiedad estatal, que representaron otros 88 mil millones de dólares.
Aunque el método de apoyo varía, todos los países del G-20 subvencionan de alguna forma la producción de combustibles fósiles. Así, por ejemplo, Rusia y Estados Unidos lideran los subsidios nacionales en términos de gasto directo y exención tributaria con 23 mil millones y 20 mil millones de dólares anuales respectivamente. En lo que se refiere a las inversiones de empresas con propiedad estatal, China es, con diferencia, el país del G20 que aporta más subsidios a las energías fósiles (77 mil millones de dólares anuales). Por último, Japón, con 19 mil millones de dólares anuales, es la que más contribuye a la financiación pública proporcionada a través de bancos e instituciones financieras de propiedad estatal.
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La media anual de subsidios a combustibles fósiles en los G-20 representa casi cuatro veces el total de subvenciones destinadas a las energías renovables en 2013.
Las subvenciones proporcionadas por los gobiernos a los combustibles fósiles, no sólo favorecen fuentes energéticas perjudiciales para el medioambiente, sino que drenan recursos para apoyar alternativas bajas en emisiones como la solar, la eólica y la hidroeléctrica.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) estimó que en 2013 se invirtieron $121 mil millones de dólares en subvencionar energías renovables, lo que representa casi cuatro veces menos que la cantidad invertida en subsidiar combustibles fósiles.
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Un ejemplo significativo de este fenómeno es el caso del Reino Unido, que ha incrementado los subsidios a combustibles fósiles, reduciendo las ayudas a las energías renovables.
Reino Unido, que es el mayor productor de petróleo y el segundo de gas en la Unión Europea, es un ejemplo de la inconsistencia entre los compromisos adquiridos por los gobiernos y las políticas aplicadas. En este país se han incrementado los subsidios a la energía fósil en los últimos años a pesar de haberse comprometido a eliminarlos. Así, ha seguido apoyando la producción de petróleo y gas en el Mar del Norte, invirtiendo una media anual en subsidios a la producción de combustibles fósiles en 2013 y 2014 de 9 mil millones de dólares.
Simultáneamente ha reducido el apoyo a las energías renovables argumentando su alto coste, sin considerar la necesidad de estas tecnologías para hacer la transición hacia un escenario bajo en carbono.
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Los gobiernos mundiales y especialmente los pertenecientes al G-20 deben actuar de inmediato para eliminar gradualmente los subsidios a la producción de combustibles fósiles.
Los países de la G-20, siendo los mayores responsables de las emisiones GEI, deberían adoptar plazos estrictos para la eliminación de las subvenciones a la producción y consumo de combustibles fósiles, con resultados específicos y cuantificables por país. La caída del precio del petróleo experimentada en los últimos años abre una ventana de oportunidad para acometer la reducción de estas subvenciones.
Por otra parte, es necesaria una mayor transparencia de las subvenciones a los combustibles fósiles. Por último, a medida que se eliminen estas subvenciones, se deben destinar dichos fondos al apoyo a la transición a sistemas energéticos de bajas emisiones de carbono y al acceso universal a la energía.
El COP 21 representa una adecuada oportunidad para que los países del G20 establezcan una agenda concreta que ponga fin a las subvenciones a los combustibles fósiles para apoyar decididamente la transición hacia una economía baja en carbono.